El 28 de noviembre, mientras hacíamos funcionar el motor bajo techo, notamos que había algo defectuoso en uno de los ejes de las hélices. Parando el motor, ¡descubrimos que uno de los ejes tubulares se había roto!
Hicimos inmediatamente los preparativos para volver a Dayton para construir otro juego de ejes. Decidimos abandonar el uso de tubos, pues éstos no proporcionaban la suficiente elasticidad para soportar los esfuerzos debidos a las irregulares explosiones del motor. Decidimos montar ejes macizos de acero, de diámetro menor que el de los tubos anteriores. Esto permitiría cierta elasticidad. Si el par transmitido hubiera sido uniforme, los ejes tubulares habrían sido más que suficientes para transmitir la potencia de nuestro motor. Pero el hueco de los ejes no les daba la elasticidad para absorber esfuerzos desiguales.
Perfil del Flyer en el que se muestran los ejes de tranmisión de las hélices
Wilbur permaneció en el campo mientras yo fui a buscar los nuevos ejes. No pude volver al campo de nuevo hasta el viernes, 11 de diciembre. El sábado por la mañana la máquina estaba otra vez lista para las pruebas, pero el viento era demasiado flojo, y no podía hacerse un despegue desde el nivel del suelo con una carrera de sólo dieciséis pies que permitía nuestra pista monorail. Tampoco había tiempo el mismo día para llevar la máquina a una de las colinas, donde, situando la pista con algo de inclinación, aseguraríamos la suficiente velocidad para despegar sin viento.
El domingo día 14 de diciembre era un bonito día, pero tampoco hacía el suficiente viento para intentar un despegue en llano. Por lo tanto decidimos intentar un vuelo desde la ladera de la gran colina de Kill Devil. Pedimos ayuda a los miembros de la Estación de Salvamento de Kill Devil, que estaba situada a un poco más de una milla de nuestro campo, comunicándoles cuándo estaríamos listos para hacer la primera prueba de la máquina. Reunimos pronto a J .T. Daniels, Robert Westcott, Thomas Beacham, W .S . Dough y el tío Benny O’Neal, de la Estación, quienes nos ayudaron a colocar la máquina en la colina, a un cuarto de milla de distancia. Fijamos la pista a 150 pies por encima de la ladera de la colina y con nueve grados de inclinación. Con la pendiente de la pista, el empuje de las hélices, y la máquina dirigiéndose directamente hacia el viento, no preveíamos ningún problema para despegar en 60 pies de pista monorail. Pero no podíamos estar seguros de que el piloto pudiera mantener la máquina equilibrada sobre la pista. |